En abril de 2025, Perú se vio sacudido por una alarmante revelación: una funcionaria del Ministerio del Interior habría accedido indebidamente a la base de datos del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (RENIEC), obteniendo información personal de ciudadanos sin autorización. Este caso encendió todas las alertas sobre la fragilidad de nuestras instituciones frente a amenazas internas y nos obliga a replantear cómo gestionamos la ciberseguridad, no solo desde la tecnología, sino desde la cultura organizacional.
Análisis del incidente
A diferencia de los ciberataques tradicionales perpetrados desde el exterior, esta brecha no fue causada por un malware, ransomware o phishing. Fue un abuso de privilegios internos, una de las amenazas más subestimadas y, al mismo tiempo, más peligrosa.
La funcionaria no era una ciberdelincuente enmascarada detrás de una red internacional, sino alguien con credenciales válidas, que utilizó su acceso para fines aún no esclarecidos del todo. Esta acción comprometió la integridad de los datos personales y la confianza pública en el sistema de identificación nacional.
El caso RENIEC demuestra que no basta con invertir en firewalls, cifrado y autenticación, si los empleados no están alineados con una cultura de seguridad y si no existen controles robustos para limitar, monitorear y auditar el uso de esos accesos.
Impacto de la filtración: una amenaza para millones de peruanos
El reciente incidente en RENIEC no solo representa una falla técnica o un problema aislado. Es una crisis de seguridad nacional que ha dejado expuesta la información personal de más de 15 millones de peruanos, casi la mitad de la población del país. Entre los datos comprometidos se incluyen nombres completos, DNI, fechas de nacimiento, direcciones, nombres de padres y otros elementos sensibles que, en manos equivocadas, pueden ser utilizados con fines delictivos.
¿Qué significa esto?
Significa que las mafias dedicadas al robo de identidad, extorsión, suplantación y fraudes digitales ahora tienen un arsenal de datos reales y verificables con los cuales pueden ejecutar sus crímenes de manera más efectiva. Desde falsificación de documentos hasta acceso a cuentas bancarias o generación de créditos fraudulentos, las posibilidades delictivas son preocupantes y amplias.
Además, los ciudadanos quedan indefensos frente a situaciones como:
- Trámites falsos realizados a su nombre sin su conocimiento.
- Extorsiones digitales al tener acceso a su entorno familiar o ubicación.
- Acoso o amenazas, especialmente para funcionarios o personas vulnerables.
Esta situación no puede ser tratada con indiferencia. Debe llevar a un debate urgente sobre cómo se gestiona, almacena y protege la información personal en instituciones públicas. El hecho de que datos tan sensibles hayan sido extraídos sin que RENIEC pueda dar respuestas claras demuestra la fragilidad de nuestros sistemas ante el cibercrimen.
¿Negligencia o falta de preparación?: La responsabilidad de los encargados de ciberseguridad en el sector público
Este tipo de incidentes, como el sufrido por RENIEC, obliga a mirar más allá del ataque mismo. Nos hace cuestionar si quienes tienen a cargo la seguridad de los sistemas críticos del Estado están realmente capacitados para enfrentar el nivel de sofisticación que exigen las amenazas actuales.
No es suficiente contar con un área de TI o con personal de soporte técnico. La ciberseguridad es una disciplina especializada que requiere conocimiento profundo, formación constante, y experiencia real ante incidentes complejos. La mayoría de organismos estatales carecen de equipos especializados o tienen puestos ocupados por profesionales sin preparación específica en seguridad de la información.
Esto puede calificarse, sin exagerar, como negligencia profesional.
Cuando hablamos de proteger bases de datos que contienen información de millones de ciudadanos, no basta con aplicar parches o comprar licencias de antivirus. Se necesita:
- Personal certificado y capacitado en ciberseguridad ofensiva y defensiva.
- Simulacros y planes de respuesta a incidentes actualizados.
- Auditorías externas y periódicas que evalúen vulnerabilidades.
- Transparencia en la gestión de incidentes.
No capacitar al personal ni establecer controles rigurosos no es un simple descuido administrativo: es poner en riesgo la privacidad, integridad y seguridad de todo un país.
¿Qué nos enseña esta brecha de seguridad?
- El enemigo no siempre está afuera: Los ataques internos o por negligencia de empleados representan una de las mayores amenazas a la ciberseguridad moderna. El 34% de las filtraciones a nivel global involucran actores internos, según el informe 2024 de Verizon.
- El exceso de confianza es un riesgo: Otorgar acceso amplio o permanente a información crítica sin controles ni monitoreo continuo, es una invitación abierta al desastre.
- La conciencia en seguridad no se improvisa: No basta con tener una política de seguridad escrita. Se necesita educación, capacitación continua y simulaciones reales de incidentes para que los colaboradores sepan cómo actuar y qué límites no deben cruzar.
- La tecnología sin cultura no sirve: Podemos tener la mejor infraestructura TIC, pero si no se acompaña de una cultura de responsabilidad y ética digital, seguiremos expuestos.
Recomendaciones clave para organizaciones públicas y privadas
- Aplicar el principio de mínimo privilegio: los empleados deben tener solo los accesos estrictamente necesarios para su función.
- Implementar monitoreo continuo y alertas: cualquier comportamiento inusual, como consultas masivas a bases de datos, debe generar una alerta automática.
- Realizar auditorías internas regulares de accesos y operaciones sobre sistemas críticos.
- Capacitar al personal en ciberseguridad, ética y privacidad de la información.
- Contar con una política clara de sanciones y protocolos de respuesta ante accesos indebidos.
- Utilizar tecnologías de control de identidades y autenticación multifactorial que registren y limiten el acceso interno.
Conclusión:
El incidente en RENIEC no solo debe preocuparnos, debe despertarnos. Es un claro ejemplo de cómo la ciberseguridad no es solo un tema técnico, sino estratégico y humano. Los errores y abusos internos son más frecuentes de lo que se cree, y el costo va más allá del financiero: afecta la confianza, la privacidad ciudadana y la credibilidad institucional.
Las organizaciones deben entender que la ciberseguridad empieza desde adentro, desde cada colaborador. No es una cuestión de tener suerte, sino de estar preparados.
La pregunta no es si ocurrirá un incidente, sino cuándo. Y cuando eso suceda, ¿tu equipo sabrá qué hacer?